miércoles

La montaña sagrada

 
Como en tantas otras ocasiones, había sido llevado hasta ese lugar de manera milagrosa.
Desde mi llegada pude percibir como la enigmática y magnífica presencia de aquella pequeña montaña, sutilmente dominaba esa zona del valle. Su energía era tan intensa que me senté un largo rato a meditar frente a ella, intentando decodificar su mensaje.
Las voces no tardaron mucho en confirmar que el lugar tenía la misma energía que Lhasa, la ciudad sagrada del Tíbet, donde se encuentra el Potala. Aquella montaña custodiaba uno más de los milenarios templos atlantes de la cadena montañosa de la zona central de México, profundamente vinculada con el valle sagrado de Tepoztlán.
En medio de aquel diálogo silencioso de pronto la montaña se iluminó con un extraordinario resplandor rojizo, confirmándome su llamado.
 
 
Después de una no muy larga caminata por la ladera se hicieron presentes los guardianes, custodios de un sendero y de los extraordinarios legados y secretos allí resguardados.
 
Guardianes de otras dimensiones, Superiores. Comúnmente desconocidas e ignoradas por el predominante materialismo contemporáneo que, incapaz  de ver lo sagrado en la naturaleza, busca tan solo explotarla. Arrasando con todo a su paso para satisfacer intereses efímeros y egoístas.
 
 
A medida que iba avanzando por el sendero, majestuosos portales dimensionales de diferentes escalas se fueron manifestando, uno tras otro. Portales que evocaron en mi mente lo que me ha sido permitido vivenciar en tantos otros lugares. Entre ellos, las ancestrales rutas energéticas tanto del camino iniciático del bosque de Chapultepec como las que convergen en el centro de la ciudad de México, durante caminatas sagradas, y hasta en el Espacio Escultórico, nadi terrestre. Fuera de la ciudad, en los principales volcanes: La Iztaccihuatl y el Popocatepetl, supremos guardianes de la consciencia de ME XHIC CO. En las pirámides de la majestuosa Teotihuacan, o en el tlachihualtépetl (del náhuatl "cerro hecho a mano") de Cholula Puebla.
Igualmente en La Puerta de Amatlán de Quetzalcoatl. En la cumbre del Chalchitepetl, el cerro de cumbre piramidal guardián de Tepoztlán. En Chalcantzingo Morelos, o en el Valle de Santiago y Yuriria en Guanajuato, en los alrededores de las 7 luminarias, y algunos otros más. Experiencias internas tan significativas como las vividas igualmente por entre los templos y pirámides de Egipto, o en las altas montañas de México, o en Hawái.
Muchos años de recorridos y vivencias que prepararían mi sensibilidad para ser capaz de "sintonizarme" al encuentro con la gran cruz del centro sagrado de México y el portal sagrado custodio del espíritu y el corazón de México.
 
En el plano físico, pude observar megalíticas construcciones. Análogas a las milenarias ruinas del Tahuantinsuyo, localizadas en el altiplano andino, en el valle sagrado del Urubamba. En Egipto, en la zona de Gizah entre los muros que resguardan la esfinge. En los ahus de Isla de Pascua que sirven de soporte a los colosales moais, etc..
 
 
Aquel sendero era algo así como una portentosa síntesis de incontables maravillas que se me había permitido observar en diferentes lugares del planeta. Incluso existían allí bloques constructivos de una escala que solo había observado en muy distantes lugares, pero nunca en mis múltiples recorridos por la diversas zonas arqueológicas (energéticas) de México, oficialmente reconocidas.
 
Una escala más acorde con las proporciones de los constructores de la gigantesca esfinge de México, mucho más grande que la correspondiente de Egipto que sin embargo, paradójicamente, pasa totalmente desapercibida. Hecho que, al igual que para esta pequeña montaña, facilita proteger su invaluable tesoro, totalmente invisible a los ojos de los ambiciosos interesados tan solo en el oro.
 
Una vez que pude acceder a la cima de aquella montaña, observé claramente como se manifestaba una espiral energética ascendente. Vórtice característico de las construcciones piramidales, que sirve de enlace entre las fuerzas cósmicas y telúricas.
Aquel llamado y encuentro, al igual que otros de años previos y posteriores con las cavernas de la Esfinge de México, o los túneles de las grandes pirámides, serían premonitorias confirmaciones sobre una revelación que se me entregaría más adelante sobre un ancestral recuerdo de mi pasado, varios milenios atrás, asociado a un compromiso que se renovaba para estos tiempos, y que vincula la activación de circuitos energéticos con la elevación de la consciencia planetaria.
 
 
Igualmente, desde la cumbre, me fue dado admirar una espectacular vista del valle, enmarcada por un cielo muy luminoso y nublado a la vez. Aquel paisaje evidenciaba que tanto la transparencia del aire como las energías del lugar, eran simplemente extraordinarias.
Las múltiples sincronicidades y encuentros, las sensaciones percibidas al igual que la cruz erigida en la cima me confirmaban, sin lugar a dudas, que aquella montaña era sagrada.
 
 
 
 
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- Confirmaciones, muchos años después:
Tendría que transcurrir alrededor de una década para que aquellas profundas experiencias que había reservado tan solo para mi, hasta ahora, me fueran totalmente confirmadas.
A principios de Septiembre del 2016 fui contactado por Gabriel quien, vinculado con planos sutiles así como con el conocimiento de las montañas sagradas de esa zona de México, había sido guiado hasta estos relatos.
Las múltiples vivencias que me compartiría de forma pormenorizada evidenciaban la existencia de algún vínculo entre "su montaña" y la de el presente relato. Al observar imágenes del lugar, que gentilmente me envió, la energía de las mismas me confirmó de inmediato que la relación existente entre ambas era mucho muy profunda.
 
Pocos días despues me visitarían él y Ricardo Perret con el propósito de compartirme trascendentales experiencias que el segundo había plasmado en dos volúmenes titulados "La montaña", mismos que generosamente el autor me obsequiaría.
Incontables vivencias de ellos nos vinculaban para este encuentro. Ricardo había sido llamado a Egipto y tenía un vínculo tanto con los discos solares como con la música de las esferas.
La misión de Gabriel era más discreta.